A veces la vida te devuelve exactamente lo que uno arroja en ella.
Yo también cambié, radicalmente a causa de una mujer. Me pasó cuando tuve que viajar al norte y odiaba xenofóbicamente a todas aquellas personas que no fueran blancas. Pero ella era indígena y nada bonita, por lo cual la odiaba, me hacía el simpático a ratos, pero luego incluso dejaba de hablarle, por un sentimiento muy especial que despertaba en mí, lo cual chocaba con mi sentimiento racista.
Paulatinamente, me enamoré durante cinco años de universidad, día tras día, de su forma de ser… media mal genio pero muy dulce y alegre.
Un buen día de verano la llevé a la playa y le pedí un beso. Así comencé a salir algunas veces con ella. Pero fue un sentimiento creciente, tanto por esos hermosos días, como por la imagen que me armé de ella todos esos años. Llegó el momento de pedirle una relación, pues el palpitar de mi corazón me tenía loco, cada vez que ella aparecía, o sabía que estaba en una aula de clases.
Ella dijo que no, a pesar de saber, desde ese momento, hasta el día de doy, que era la mujer de mi vida.
No fue grato darme cuenta, que ella tenía una amiga con quien se ponía a buscar y merodear “papuchos”. Una vez ella le hizo un comentario sobre un tipo, delante mío, cuando estabamos estudiando en una mesa de la biblioteca. Su amiga estaba entusiasmada, y le pasó un papel que decía: “Ese de gorro azul, ese es”. Miré al sujeto, y te puedo decir que era de otra raza, luego la miré a ella, su mirada fue de pena y tristeza hacia mí.
En ese instante supe que yo no la merecía y que jamás sería mía. Ambos lo supimos, con mucha pena y una sola mirada.
Así, en una nueva ocasión, y en mi desesperación antes de que por la edad ella cogiera pareja para el futuro, se lo pedí nuevamente. No se si me las quise dar de “hombrecito”, o realmente estaba anticipando lo inevitable, pero la saqué a un baile lento con un tema muy especial, en la oscuridad de mi habitación. Le dije: “clávame esa daga de hielo, pero necesito dejar de soñar… no tengas compasión… sin compasión”
Esa noche, sentí que se me iba la vida, al son de una dulce melodía, rodeada de sus amargos brazos consoladores.
Moraleja: A veces la vida te devuelve exactamente lo que uno arroja en ella.
“Mírame ahora, mi garganta amarga tiende a cerrarse desde ese entonces. No importa cuantas otras vengan. Sabes que siempre fuiste TU. El tiempo no existe, te lo dije”
(Anónimo)