Si pudiera volver atrás iría a buscarle y no me separaría de él
Por fin llegué a mi destino. El viaje se me había hecho eterno, creía que nunca llegaría a la cuidad donde había vivido durante tantos años. Antes de montarme en el tren, había llamado a mi madre para explicarle que no quería que viniese a recogerme. Le puse la excusa de que tenía que comprar unas cosas.
La cuidad estaba igual que cuando me fui. Esas calles me traían tantos recuerdos, momentos de risas y de llantos. Pasé por la puerta de un bar donde una vez fui a jugar al billar con mis amigos, esos amigos que un día deje atrás. Me paré delante y me vino a la mente un recuerdo del que no me había acordado desde hace mucho. Yo estaba llorando porque mi padre no estaba bien, el cáncer le había vuelto a reaparecer y me había enterado ese mismo día. Dos horas antes de estar en el bar, habíamos estado en la plaza donde siempre quedabamos. Allí dos de mis mejores amigas se dieron cuenta de que algo no iba bien. Se acercaron a mí y les conté que mi padre no estaba bien y que el cáncer esta vez era mayor. Ellas me apoyaron y me hicieron sonreír. En ese momento super que eran verdaderas amigas, y que no quería perderlas nunca. Más tarde, ya en el bar, otra amiga me preguntó lo mismo y yo le conté. Ella en ese momento no estaba pasando por uno de sus mejores momentos tampoco, pero me escuchó y lloró conmigo hasta que no tuvimos más lágrimas.
Estos recuerdos me hicieron sonreír. Esas eran unas verdaderas amigas pero ya no las tenía en mi vida. Desde que me fui a estudiar a otra ciudad, fui perdiendo contacto con ellas. Seguía caminando por las calles de esta cuidad donde hacía unos meses había sido tan feliz. A lo lejos vi a una anciana vendiendo colgantes, y esto me recordó a un día en el que yo iba con mi madre y vi a una ancianita y me puse triste porque todo el mundo pasaba por su lado pero nadie le daba nada. Yo en ese momento no pude reaccionar y seguí andando con mi madre. A los tres o cuatros días volví a pasar por esa calle y me acordé de esa anciana. Yo llevaba unas monedas en el bolsillo y metí la mano en él y las apreté con fuerzas, pero cuando fui a pasar por delante del lugar donde yo la había visto la última vez ya no estaba ella. Ahora estaba un músico tocando su violín. Yo no podía creerme que justo cuando alguien le iba a dar algo ella no estuviese.
Este momento no lo había recordado en mucho tiempo. Se me saltó una lágrima y seguí mi camino hasta llegar a la anciana. Saqué mi cartera y le compré un colgante. No era el más bonito que podía tener pero si era el que más genorosidad contenía. Me sentí orgullosa y seguí andando. Estaba pasando cerca de la plaza donde en verano quedaba con mis amigos. Había muy poca gente. Seguramente estarían en sus casas preparando los exámenes. Crucé la calle para llegar a esta plaza. No conocía a nadie. Me senté en un banco y me puse a pensar en como sería mi vida si me hubiese quedado aquí.
Entonces vi una bicicleta aparecer y vi a un conocido. Se acercó a mi y me dijo:
- ¿Ana?
- Hola.
- ¿Qué haces aquí?
- He venido a visitar a mi familia y a recoger las últimas cosas para llevarme. ¿Qué tal te va todo?
- Muy bien, estoy atacado con los exámenes. Pero tenía que despejarme y he cogido la bici para salir a dar una vuelta. Oye me voy que me esperan. Encantado de haberte visto. A ver si vienes más de vez en cuando.
- Si, claro. Adiós.
Hacía como tres meses que no le veía. Tenía que irme de ahí si no quería que viesen.
Llegué a la calle principal de la ciudad, me trajo a la mente tantos recuerdos. Noches de diversión, donde nos reuniamos para irnos a un bar a beber, tardes de rebajas con mis amigas, paseos con el chico del que estuve tan enamorada. Me paré en ese recuerdo.
Hacía casi seis meses que no sabía nada de él. Desde que lo dejamos no volvimos a hablar. La verdad yo nunca quise hacerle daño, pero lo hice. No podía dejarlo hasta septiembre, el mismo mes en el que cambiaría mi vida. Necesitaba parar esa relación para poder irme tranquila. Pero él no me entendió, yo todo lo hice para no lastimarle. Yo sabía que una relación en distancia no sería buena idea. Así que decidí hacerlo. Pero el recuerdo que me vino no era triste, era un recuerdo alegre, feliz. Él y yo paseando por esa calle de la mano dirigiéndonos a un lugar sin meta.
Me perdí entre la gente de la calle recordando mi vida en esta ciudad. Y decidí irme a casa, decirle a mi madre que no había encontrado lo que quería y pasar el día con ellos. No obstante no les volvería a ver en dos semanas. Cuando llegara mi cumpleaños, el 4 de diciembre.
Hoy en día, tres años después de esta histora, sigo sin saber nada de él. Yo sigo estudiando fuera de esa ciudad y él no sé donde estará. Solo sé que si pudiera volver atrás iría a buscarle y no me separaría de él nunca más.
(Anónimo)