La amistad es barrera inminente



La amistad es barrera inminente



Soy Francisca y tengo 16 años. Una bella edad, pero también años de muchos cambios…
Todo empezó el primer día de clases. Comenzaba la secundaria y tenia nuevos compañeros. Creí que todos seriamos muy buenos amigos. Tenía la ilusión de encontrar por fin al chico perfecto, aunque no estaba entre mis ideales. Antes nunca había tenido novio, ni siquiera había besado a alguien, jamás alguna relación de tipo afectiva, menos declarado mi “amor”.
Ese día empezamos las típicas dinámicas para empezar a conocernos. Estaba nerviosa, soy tímida ante gente desconocida, pero me sentía cómoda pues contaba con algunas amigas que me habían tocado como compañeras. Yo solo tendía a observar a cada unos de los nuevos estudiantes que pasarían junto a mí los 4 años siguientes, en el rincón de atrás podía ver a un grupo inquieto de chicos, los más revoltosos de la clase sin duda. No paraban de reírse y hacer bromas, sus voces se distinguían sobre la de los demás. Sentí incluso molestia por tal situación.

Luego de un rato, salimos de la sala para ir a un acto cívico de comienzo de año escolar. Como éramos primerizos salimos muy eufóricamente, unos chocando con otros, empujándose y buscando salir lo más rápido posible. Yo no entendía el propósito de eso, así que me quede al final para salir, note que al frente mío había uno de los chicos revoltosos, solo veía su espalda…

Era alto, más que yo por lo menos, delgado, su pelo tenia rizos y no podía descifrar más, hasta que… No recuerdo por qué motivo volteó, no sé cual habrá sido mi expresión, pero nunca antes había visto unos ojos más hermosos que los de él. En ese momento no pude fijarme en otra cosa, eran color miel, con la forma mas dulce y tierna que pueda existir, sus pestañas largas y crespas le daban un toque infantil… Simplemente me encantó.
Luego que paso el tiempo no hacia otra cosa que mirarlo, observaba cada detalle, sus movimientos, su pelo, su voz, forma de hablar, ¡Todo!, y obviamente, no podía dejar de mirar su ojos.
No quería aceptarlo, pero me gustaba. Hacía lo posible para toparme con él sin que fuera muy evidente, si abrazaba a otra chica los celos eran instantáneos en mi, escucharlo hablar era el placer más lindo del día, pero no ocurría nada.

Con el tiempo nos hicimos muy amigos, hasta ahora, hablamos y nos contamos nuestros problemas, somos unos de los mejores amigos. Él me considera una gran persona y gran amiga por supuesto. Creo que este es el fin de todo, no perdería su amistad por nada del mundo, ni siquiera por esos ojos encantadores. Quizá en un futuro, las cosas se den para algo más de amistad pero, por el momento, mis ganas de decirle: “¡Me gustas!” tendrán que abstenerse. La amistad que tenemos impide todo tipo de declaración de parte mía. Creo que sin su amistad yo… no sería la misma.

(Anónimo)